La sexualidad ha sido por siglos tema tabú en las sociedades occidentales y su desarrollo, como aspecto fundamental de la vida humana, se ha visto limitado por asuntos morales, religiosos y culturales. También políticos.
Colombia por su parte no ha sido ajena a esa cortina de humo que esconde y limita la comunicación sobre el sexo. Apenas ahora, se podría decir que asoma un diálogo social sobre aspectos relacionados con la sexualidad y que lo hace de la mano de movimientos culturales y políticos que además de promover su visibilidad, luchan por los derechos que por siglos les fueron negados. Es claro que esa pulsión social estaba latente donde las luchas de muchos colectivos de mujeres y hombres fueron silenciadas, reprimidas y segregadas en la sociedad colombiana. Se ha pasado, en no muy pocas ocasiones, de la condena moral a la violencia física y al asesinato de militantes de su causa.
del país. Son muchas las cosas que todavía hoy resultan opacas y de difícil comprensión para la mayoría de la ciudadanía, haciendo que los niveles de aceptación o condena de los comportamientos, visiones o prácticas sexuales estén atados a puntos de vista conservadoras enlazadas de forma directa con la moral dominante, marcada de forma potente por la moral religiosa. También es muy posible que el rechazo a la sexualidad (que va más allá de lo heterosexual), se alimente del desconocimiento que sobre el mundo infinito del erotismo y el sexo tiene la mayoría.
Es así que gran parte de la responsabilidad de esto último está en la educación y su sistema, que hace de la sexualidad una cátedra o clase aislada que intenta de forma vaga dar elementos de compresión a estudiantes cuya vida misma se agita sexualmente en la cotidianidad y que, es muy posible, que necesiten reconocimiento como sujetos sexuales y no clases magistrales sobre su genitalidad o el aparato reproductivo. De tal forma, la escuela acoge en su seno una visión supuestamente científica de lo genital convirtiéndolo a través de la moral, en el único conocimiento que sobre el mundo erótico se discute en el aula. Así es. 
Entonces el cuerpo como mercancía se despliega en las pantallas, en las revistas, en la calle; sin límites de género o edad. Y así se ha ido poco a poco introduciendo cierta legitimidad y aceptación de la prostitución infantil que no es otra cosa que la pedofilia vendida al mejor postor ya que el mundo del sexo con menores es rentable; sobre todo para empresas proxenetas cuyas ganancias son inmensas. Internet juega en esto un papel realmente importante, ya que abrió sus puertas y se han venido metiendo las expresiones más grotescas de la prostitución y la vulgarización de la cuestión sexual por medio de ellas. La red avisa sobre las infinitas posibilidades de ser utilizada como espacio pedagógico sobre la sexualidad pero, como espacio de comercialización a imagen y semejanza del mercado, se expande con éxito la frivolización del sexo, sumada a su vulgarización exacerbada.
Esto además viene sujeto a las sociedades machistas, las cuales ligadas a visones religiosas no aceptan la libertad femenina por considerarla un ser menor. Esa es parte de la lucha de las mujeres y también es parte de la lucha de otros seres humanos que son discriminados o penalizados por optar por lo no aceptado: la libertad sexual. Todavía un territorio a conquistar desde los distintos frentes, desde las distintas visiones: desde la diversidad sexual que es raíz de la libertad general.



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