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Uy Festival

Este festival, organizado por la Corporación Latinoamericana Misión Rural, Pacifistas sin Fronteras, el Gimnasio Moderno, La Red de Editoriales Independientes y Beccasssino Publicidad, con el apoyo del Ministerio de Cultura ha buscado convertirse en un escenario de cuestionamiento crítico de la categoría del miedo, generando procesos de reflexión y análisis en torno a este sentimiento. Se hace necesario ver el miedo de forma analítica, en especial en el contexto colombiano actual, donde los ciudadanos debemos tomar nuestro pasado violento para construir un futuro que también genera pánico. En ediciones pasadas nos han ocupado temas como “los miedos de las mujeres”, “los miedos de la víctimas”, “los miedos en torno al sexo y la sexualidad”, entre otros miedos.

jueves, 2 de julio de 2015

MIEDO · SEXO · TABÚ




 
La sexualidad ha sido por siglos tema tabú en las sociedades occidentales y su desarrollo, como aspecto fundamental de la vida humana, se ha visto limitado por asuntos morales, religiosos y culturales. También políticos. 

Colombia por su parte no ha sido ajena a esa cortina de humo que esconde y limita la comunicación sobre el sexo. Apenas ahora, se podría decir que asoma un diálogo social sobre aspectos relacionados con la sexualidad y que lo hace de la mano de movimientos culturales y políticos que además de promover su visibilidad, luchan por los derechos que por siglos les fueron negados. Es claro que esa pulsión social estaba latente donde las luchas de muchos colectivos de mujeres y hombres fueron silenciadas, reprimidas y segregadas en la sociedad colombiana. Se ha pasado, en no muy pocas ocasiones, de la condena moral a la violencia física y al asesinato de militantes de su causa.

La sexualidad es apenas un tema emergente y no ocupa un lugar fundamental en la agenda social y política
del país. Son muchas las cosas que todavía hoy resultan opacas y de difícil comprensión para la mayoría de la ciudadanía, haciendo que los niveles de aceptación o condena de los comportamientos, visiones o prácticas sexuales estén atados a puntos de vista conservadoras enlazadas de forma directa con la moral dominante, marcada de forma potente por la moral religiosa. También es muy posible que el rechazo a la sexualidad (que va más allá de lo heterosexual), se alimente del desconocimiento que sobre el mundo infinito del erotismo y el sexo tiene la mayoría.

Es así que gran parte de la responsabilidad de esto último está en la educación y su sistema, que hace de la sexualidad una cátedra o clase aislada que intenta de forma vaga dar elementos de compresión a estudiantes cuya vida misma se agita sexualmente en la cotidianidad y que, es muy posible, que necesiten reconocimiento como sujetos sexuales y no clases magistrales sobre su genitalidad o el aparato reproductivo. De tal forma, la escuela acoge en su seno una visión supuestamente científica de lo genital convirtiéndolo a través de la moral, en el único conocimiento que sobre el mundo erótico se discute en el aula. Así es.

Otra parte importantísima de la responsabilidad sobre ese desconocimiento la tienen los medios de comunicación. Unos por esconder lo que somos sexualmente y otros por banalizarlo. También, claro está, por hacer de la violencia sexual un objeto noticioso y por lo tanto comercial. Se divulga lo que vende: la noticia como espectáculo o el acontecimiento sexual hecho espectáculo. La libertad parece haberse logrado en la emisión de lo obsceno o porno. Pero prevalece una única razón: esto es lo que vende. Y el cuerpo también hace ese tránsito necesario en el pos capitalismo: el cuerpo, el de todos, se ha convertido en mercancía. No solo el cuerpo de la prostituta. Es el cuerpo de todos que espera ser comprado o, si se prefiere, usado como imagen que vende: como publicidad.

Entonces el cuerpo como mercancía se despliega en las pantallas, en las revistas, en la calle; sin límites de género o edad. Y así se ha ido poco a poco introduciendo cierta legitimidad y aceptación de la prostitución infantil que no es otra cosa que la pedofilia vendida al mejor postor ya que el mundo del sexo con menores es rentable; sobre todo para empresas proxenetas cuyas ganancias son inmensas. Internet juega en esto un papel realmente importante, ya que abrió sus puertas y se han venido metiendo las expresiones más grotescas de la prostitución y la vulgarización de la cuestión sexual por medio de ellas. La red avisa sobre las infinitas posibilidades de ser utilizada como espacio pedagógico sobre la sexualidad pero, como espacio de comercialización a imagen y semejanza del mercado, se expande con éxito la frivolización del sexo, sumada a su vulgarización exacerbada.
Los asuntos sexuales van por supuesto, mucho más allá de las relaciones entre parejas homo o heterosexuales. La transgresión de los límites establecidos es amplia y diversa. La monogamia parece haberse roto como modelo que sustentaba el ideal de familia ejemplar. La infidelidad por su parte, muchas veces condenada, ha ocupado un espacio amplio de la cultura y aunque es origen de muchas de las separaciones y divorcios, está allí como una práctica común. Sin embargo, se sigue aceptando en mayor medida la infidelidad masculina y condenando a la mujer infiel como paria social. 

La vida sexual está atada al modelo de sociedad. Una sociedad patriarcal y machista refleja una moral dirigida a condenar la libertad sexual de la mujer y a cerrar la puerta a los derechos, de la misma manera que una sociedad libertaria las abriría al erotismo dejando que todas las expresiones de lo sexual se manifiesten de forma libre. 

Por ejemplo, la prohibición de abortar es un límite impuesto desde la moral, a una decisión que solo la mujer podría tomar. La prohibición entonces estaría indicando que quien toma esa decisión no tiene la conciencia para hacerlo, o no está capacitada, o la toma presionada y de forma irresponsable. Las argumentaciones en contra parecen no reconocer de esta manera lo que sería en términos kantianos: la mayoría de edad. 

Esto además viene sujeto a las sociedades machistas, las cuales ligadas a visones
religiosas no aceptan la libertad femenina por considerarla un ser menor. Esa es parte de la lucha de las mujeres y también es parte de la lucha de otros seres humanos que son discriminados o penalizados por optar por lo no aceptado: la libertad sexual. Todavía un territorio a conquistar desde los distintos frentes, desde las distintas visiones: desde la diversidad sexual que es raíz de la libertad general.
Un territorio inexplorado que emerge y crea tensiones políticas, culturales y sociales. Un territorio que no es solo íntimo, es privado y público en tanto su conquista exige una revolución cultural y no será una revolución silenciosa la que logre quitar el velo de las limitaciones y de la libertad del cuerpo. Un territorio en el que la violencia ha ganado mucho espacio y es urgente hacer comprensible la complejidad del problema, la raíz de todos los males y por supuesto descubrir el cuerpo como territorio del placer y no de la condena y violencia.

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