La sexualidad ha sido por siglos tema tabú en las sociedades occidentales y su desarrollo, como aspecto fundamental de la vida humana, se ha visto limitado por asuntos morales, religiosos y culturales. También políticos.



Otra parte importantísima de la responsabilidad sobre ese desconocimiento la tienen los medios de comunicación. Unos por esconder lo que somos sexualmente y otros por banalizarlo. También, claro está, por hacer de la violencia sexual un objeto noticioso y por lo tanto comercial. Se divulga lo que vende: la noticia como espectáculo o el acontecimiento sexual hecho espectáculo. La libertad parece haberse logrado en la emisión de lo obsceno o porno. Pero prevalece una única razón: esto es lo que vende. Y el cuerpo también hace ese tránsito necesario en el pos capitalismo: el cuerpo, el de todos, se ha convertido en mercancía. No solo el cuerpo de la prostituta. Es el cuerpo de todos que espera ser comprado o, si se prefiere, usado como imagen que vende: como publicidad.


Los asuntos sexuales van por supuesto, mucho más allá de las relaciones entre parejas homo o heterosexuales. La transgresión de los límites establecidos es amplia y diversa. La monogamia parece haberse roto como modelo que sustentaba el ideal de familia ejemplar. La infidelidad por su parte, muchas veces condenada, ha ocupado un espacio amplio de la cultura y aunque es origen de muchas de las separaciones y divorcios, está allí como una práctica común. Sin embargo, se sigue aceptando en mayor medida la infidelidad masculina y condenando a la mujer infiel como paria social.
La vida sexual está atada al modelo de sociedad. Una sociedad patriarcal y machista refleja una moral dirigida a condenar la libertad sexual de la mujer y a cerrar la puerta a los derechos, de la misma manera que una sociedad libertaria las abriría al erotismo dejando que todas las expresiones de lo sexual se manifiesten de forma libre.
Por ejemplo, la prohibición de abortar es un límite impuesto desde la moral, a una decisión que solo la mujer podría tomar. La prohibición entonces estaría indicando que quien toma esa decisión no tiene la conciencia para hacerlo, o no está capacitada, o la toma presionada y de forma irresponsable. Las argumentaciones en contra parecen no reconocer de esta manera lo que sería en términos kantianos: la mayoría de edad.

religiosas no aceptan la libertad femenina por considerarla un ser menor. Esa es parte de la lucha de las mujeres y también es parte de la lucha de otros seres humanos que son discriminados o penalizados por optar por lo no aceptado: la libertad sexual. Todavía un territorio a conquistar desde los distintos frentes, desde las distintas visiones: desde la diversidad sexual que es raíz de la libertad general.
Un territorio inexplorado que emerge y crea tensiones políticas, culturales y sociales. Un territorio que no es solo íntimo, es privado y público en tanto su conquista exige una revolución cultural y no será una revolución silenciosa la que logre quitar el velo de las limitaciones y de la libertad del cuerpo. Un territorio en el que la violencia ha ganado mucho espacio y es urgente hacer comprensible la complejidad del problema, la raíz de todos los males y por supuesto descubrir el cuerpo como territorio del placer y no de la condena y violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario